sábado, 20 de octubre de 2007

sábado, 6 de octubre de 2007

Juegos en una noche de verano.


Hace calor, las vacaciones llegaron y se vendrán dos meses de juegos y risas.
Mamá dice que tengo que esperar que el sol baje un poco más, ya que hace mucho calor y me hará mal; pero las mariposas que juegan en mi estómago y las energías que quieren salir de una vez, no me dejan estar tranquila en mi casa.
Tengo dos hermanos mayores, pero no están en este momento, sus asuntos sociales y laborales los tienen ocupado; sólo me queda esperar mientras la aburrida televisión me distrae con sus temas enredados y telenovelas cursis.
Llegó el atardecer y las voces de niños en el jardín, que me espera, se comienzan a escuchar.
¿Qué hora es? ¿El sol ya bajó? Escucho mi nombre, y el sonido del timbre suena y suena y nadie va a ver.
Mis ojos brillantes y mi felicidad que se liberaba en aquel lugar, escuchan un "¿quieres ir al jardín y jugar con nosotros?" y mis pies corrieron junto a estos niños entre los gigantes árboles que nos esperaban cada tarde.
Mis hermanos que yo adoptaba cada verano, era mi alegría para despertar cada mañana; amigos inseparables.
En cada aventura entre los árboles era la historia más mágica que podríamos a ver podido vivir. La imaginación era nuestra madre, mientras la luna nos observaba con ternura.
Los nervios de estar atrás de un árbol, mientras todo se escondían, eran los mismos cada día, sin perder el encanto y los escalofriantes pensamientos de susto que sentía mientras alguien buscaba.
Cantos y bailes eran los dueños de las noches de verano en aquel jardìn encantado.
Los juegos nos unían; eras uno solo, un niño gigante que solo quería jugar.